septiembre 01, 2009

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Bloque entrecomillado


Alejandra Mancilla Drpic: El oso y la ardilla
Santiago, Luciérnaga Ediciones, 2009

Dentro del creciente catálogo de Luciérnaga Ediciones, El oso y la ardilla constituye una sorpresa. Se trata de un breve relato a modo de fábula centrado en las relaciones entre una ardilla y un oso. Es un relato para niños, pero al mismo tiempo un cuento alegórico en torno al valor de la amistad que puede hacerlo interesante y placentero para un público variado. Justamente, la ventaja de los relatos infantiles es su capacidad para adoptar el género llevándolo rápidamente a mutar en una historia sorpresiva.


El tomo es pequeño. Como en todos las publicaciones de Luciérnaga, la encuadernación cocida a mano realza el libro como objeto. La impresión tiene un gusto casero, como un juguete. Algo similar sucede con las ilustraciones. Toda su materialidad recuerda las viejas máquinas de escribir y los primeros años de la ilustración en computador. No puedo dejar de pensar en el trazado abrupto y azaroso de la tortuga del programa Logo.

El relato reposa en una fascinación por el musgoso mundo de un bosque ajeno a la mano fabril del hombre (santuario vegetal). Un bosque europeo o norteamericano, con inviernos nevados y osos que hibernan. Es una imagen propia de un espacio lejano de nuestra realidad, que al mismo tiempo recibimos a través de siglos de relatos folklóricos e infantiles. Por ello, la narración usa fórmulas consagradas, como el anacrónico “Érase...” o las referencias a las costumbres de los animales según las estaciones (“En el verano...”).

Así, más que exóticos, los elementos del hemisferio norte resultan simbólicos. El oso responde a sus características arquetípicas: sopor y gula, fuerza bruta y sonrisa bonachona. La ardilla, por su parte, es frágil e irresponsablemente curiosa, “con esa valentía que otorga la ignorancia”. Estos personajes ya los conocemos. Los relatos folklóricos o infantiles son variantes. En El oso y la ardilla la variación –la exigencia de originalidad es propia de la modernidad y no me parece ser necesaria en este caso– corresponde al hecho de conjugar los arquetipos precisos que representan estos animales. Dentro de la tradición, y justamente como consecuencia de la personalidad que se les atribuye, los dos protagonistas tienen trazos humanos. El relato echa mano de ciertas imágenes humanizadas con el elemento fantástico que la hace posible y la mantiene en el universo de las materias naturales: la ardilla acarrea una “mochila de resistente tela de araña”, duerme con una frazada hecha de plumas y hornea galletas de miel y nueces. A la imaginación humana le ha gustado reconocerse en los otros animales, sobre todo los mamíferos, dotados ellos también de miembros simétricos. Los animales se vuelven un reflejo externo y caricatural de ciertas actitudes.

A decir verdad, esta historia es humana sobre todo porque se desarrolla impregnada de ternura. Así, el breve relato se cierra con un regalo recíproco. Como nos los enseñó Saint-Exupéry por boca de un zorro, dos seres que se ven a diario y crean vínculos aprenden a distinguirse en la multitud y a quererse con sus anhelos propios. De a dos la vida es mejor, nos susurra entre líneas la autora.

(J.P. Fante)

Año 2009, 26 páginas, Edición de 200 ejemplares, $3.000

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