julio 04, 2009

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Palabras de la presentación de Inicio de Partida.


(Diego Alamos, 29 de Julio de 2009)

Luciérnaga Ediciones está muy feliz de esto. De este libro, lo escrito allí, de Manuela porque lo escribió, hizo. Esta partida, cuyo deseo era irrefrenable hasta ser violento, la hemos echado juntos, por así decirlo. Textualmente: irrefrenable hasta ser violento era nuestro deseo. Que no es lo mismo; en poesía el lugar específico de las expresiones ocupa un lugar central. Las tergiversaciones están a la orden del día. Así, para salir de este embrollo inicial, sépase que emplee una cita e invertí su programa. La alteración del producto, la apropiación. La verdad es que no nos estamos entendiendo. En fin, la pregunta engorda, crece el signo, cisne blanco que nos interroga, como dijo Rubén Darío.
Darío confundiéndose con Irarrázabal, Manuela Darío, esto es, la denodada interrogante con que "Inicio de Partida" se desplaza.
Se hace oscuro y, a medida que se oscurecía, íbamos abriendo la boca. La luciérnaga de Luciérnaga Ediciones. Es que estamos, también, agradecidos de la instancia. El cisne de Darío, para ser más precisos, campea este libro. Dice ella: Cómo te saco, escondido como estás en mí./ Cómo te vuelco otra vez al mundo. Por calma suplico. Por mi parte, humilde si les parece, no sabría la formula del revolcamiento en el mundo. Explícita o implicítamente, lo turbio, a la luz de estos poemas, se vuelve limpio y claro.
Y la súplica llena el patio interior.
Si fuera por mí, si estuviera en mí la ración de la calma, los dados de esta partida darían constantemente la suma deseada. El hecho de que hay estadios de silencio y duda, un caudal acelerado corre debajo de mis pies, dice la poeta. Vale decir, ¿quién detiene el viento con un único dedo? La respuesta tiene sitio en el blanco que entorna la palabra. Tal vez es un facilismo, de mi lado, capear los vendavales cerrando los ojos. ¿Pero qué tiene que ver esto con el sentido de Inicio de Partida? Dejando de lado la relación buscada, veamos que la cuestión queda en la cuestión, volviendo a Darío, en el cisne o el signo de pregunta que, en estas páginas, suele tomar acentos exclamativos.
Reconciliémonos: la asfixia, si es momentánea, abre paso a una respiración desaforada. Luciérnaga Ediciones , a quien represento en esta ocasión, es un fósforo, es decir, estamos contentos.
¿Cómo –me pregunto– debo seguir?
Así es como parte esta partida. La apropiación, las palabras y sus combinaciones nos pertenecen, la lectura es una forma de escritura. Solidaridad en el fondo. Es que hay momentos en que todo se revuelve. Cito: Todo despedazado como después del amor,/ ya no queda nada entero,/ no importa donde mire, todo está revuelto. Fin de cita. La solidaridad en el fondo, pero como no habría fondo sin superficie: la solidaridad entonces allí abajo y también aquí arriba.
¿Pero qué pasa con quien se queda afuera? Quedarse en el exterior es un caso recurrente, poéticamente hablando. La cáscara amarga. Pero el fruto es dulce, como la frambuesa equivocada que reemplaza una nuez todavía verde. Morder y lamer o bien cascar y lambiscar. Este libro se desarrolla en la intimidad, tal como las palabras que, al fin, decimos. La intimidad resulta inevitable en este caso, es definitivamente Manuela, ella, quien se pregunta y discurre, quien hilvana pensamientos, quien se interpela, te interpela, nos interpela. Y la dosis de ternura que tiene, en verdad, es una dosis acabada.

La luna ha venido a apoyarse
en mi pecho en busca de consuelo.
En nuestra intimidad busco palabras para ella
¿cómo explicarle tu partida?

Espero que les guste el libro. Es una edición de ni tantos ejemplares, su factura es artesanal. ¿Qué más? Que estén bien y que, de acuerdo al poema El Curso: poco a poco todo vaya retomando su sitio.


El Curso

Poco a poco todo va retomando su sitio.
El barco sobre el mar, y el caballo en la montaña.
Mi corazón pulsa mi sangre,
mi respiración nutre mi pensamiento.
El giro es giro y la vuelta, vuelta.
Reconozco mi nombre y el tuyo.

Anotaciones sobre el libro "Inicio de partida" de Manuela Irarrázabal por Tomás Browne Cruz

Hace mucho que la conozco, de manera que es imposible no hablar desde ella. Pues hemos sostenido conversaciones atentas, delicadas y diligentes sobre nosotros y nadie más que nosotros. Esto es lo que ha otorgado la posibilidad de estar yo aquí, frente a mis propias líneas que – resueltamente- acabarán siendo las de ella. Pero necesita también estar acompañada de otros habitantes de la Versopolis, y con otros que –supongo- son ustedes, para dar en la clave de lo que sería un día de ella.

Jamás partiría estas anotaciones diciendo que me han obligado a hacerlas y que, por lo demás, los aburriré a ustedes hasta verlos yo mismo salir hacia la sala contigua donde hay un expositor mejor que yo. Sin lamentarme de nada, adiós a los pensamientos que tengan sobre estas líneas. Pues llegamos a perder tanto el norte que terminamos colocando más la atención en el discurso que en la poesía misma. (Esta es una de las razones de que escribiera el otro día en mi diario: duele/el discurso/casual/amargo/-siempre-/no abre ninguna fiesta/ningún goce/el discurso/aniquila/sucesivamente/el goce. Y más adelante: excesivamente/los principios/amenazan/excesivamente/la piedad/de no hacer nada/de no/hacer/nada. Y ya por último: sabemos/sin el juego/las reglas/no existen/las reglas/solo caen/en los dedos/de quien hace/ jugar/sus ideas.)

De un modo rápido (esto ya no es rápido), antes de entrar en el día de ella, cito a un amigo, que está aquí y me reconocerá, que ya ha visto el libro y se ha adelantado, de alguna manera, a mis comentarios, porque mientras él le daba vueltas a las páginas del libro, de pronto, aflojó los dedos de éste y dejó que se cerrara por sí solo, para decir: Estos poemas no están escritos por placer, están ahí por necesidad. Yo, realmente, estoy muy de acuerdo con él. Pero, perdónenme: estas anotaciones que yo traje son lo viceversa; están aquí por placer no por necesidad.


Primera anotación (sin su libro, pero con los libros que yo me estoy leyendo)

Al alba. Al descorrer las cortinas ya no es un día cualquiera. Pues, al rato, piensa tomando su taza de té –no cualquier té- en la interpretación de sus sueños. Poco o nada le cuesta recordar uno. Era yo frente a ella por la noche y le decía algo, típicamente mío, algo confusamente intelectual, al parecer que cuando la poesía dice, muchos de nosotros somos partidarios del silencio. Pero me preguntaba ¿qué ocurre cuándo, en rigor, los poemas son para uno silencio? Y percibía que en el conjunto entero del libro que ella aún no daba a luz, había un mero susurro, poemas escritos para ser leídos en voz baja, porque ella me decía en sueños que yo los intentaba decir en voz alta, pero las palabras no se dejaban consumir, sino que lo hacían sólo recogiéndome yo con ellas.
Después de que ella me contara su sueño, me quedé yo mismo dormido y soñé que ella estaba dentro de un cuadro- de una pintura de Velásquez (las Meninas, creo)- haciéndome extrañas señas. Yo le estiraba mi mano izquierda como si un viento me estuviera volando, pero no le alcanzaba la suya derecha.
Por la interpretación de mis sueños, puedo pensar que estos poemas nos entregan un cuadro de una vivencia suya para que nosotros podamos observar su dolor -como Emily Dickinson que de sí misma escribía: como si mi vida fuera recortada,/y calzada en un marco-pero para observar también una fuga –no tanto como tópico, sino en el sentido de Franz, Franz Kafka, que escribía en razón de que era la única manera de independizarse realmente de su padre.


Segunda anotación (del año 1790, aún sin su libro, pero sí junto a sus amigos románticos.)

Dejando de lado a Franz y habiendo transcurrido un par de horas, nos encontramos a las 11. 38. Am, y recuerdo, no un día cualquiera, haberla sorprendido dialogando a solas – cuando el sol le daba por sus dos escorzos- con los poetas griegos porque en una mano tenía los poemas de Hölderlin. Yo no sé nada de griego pero ella se esforzaba en atrapar la palabra que sonaba por dentro sin querer sonar por fuera. Entonces, en ese momento, abrí un cuaderno de notas que se encontraba a su lado, donde habían muchos versos (probablemente varios de los que están aquí) y en la misma inmediatez me dije: ‘todo este sonido es un sincero brote de la intimidad que da paso a mi intimidad’. Entonces entre ella sin poder atrapar la palabra que quería y yo adivinando exactamente lo que le sucedía se mostraba un genuino silencio, por las palabras que yo leía que, en el fondo, era una de las mismas que ella en ese momento se esforzaba por encontrar. Hölderlin era especialista en esto. En una Oda a sus amigos, que se llama ‘Los Malhumorados, la canta: Cuando, entre mis quejas, oigo a lo lejos/sones de lira y canto, calla enseguida mi corazón.
Cuidado, sí, que podría venir Goethe.

Cuarta anotación (esta sí que va con Mozart, Beethoven y Wagner)

Y de tanto esperar a Goethe, que no llegó, ya son las 2.29. hrs, momento que alude a su capacidad de escuchar. Pues, no un día cualquiera, estábamos almorzando en los jardines de la facultad donde estudiábamos. Sin decirnos nada, yo comía de mi plato mientras miraba como ella comía su hamburguesa de lechuga, hasta que harto rato después me comenta: ¿ves que las plantas, las aves, los mudos, etc, también tienen sus propios sonidos? Por supuesto, le dije. Pero ¿te has dado cuenta que olvidamos que tienen sus propios sonidos, como cuando nosotros masticamos la comida? Por supuesto que olvidamos, le dije. Bueno, me dijo ella, yo como tú no me olvido, y todo sonido es mío por dentro (como ese que escuchamos cuando saboreamos un alimento) que no por fuera como si entrase por una oreja y saliese por la otra. Luego miró mi distracción y yo tuve que disculparme con un ‘estaba pensando en voz alta’, en los Propósitos a Propósito de Satie: El arte de Mozart es ligero, el de Beethoven pesado, lo que poca gente entiende; pero los dos son poetas. En eso consiste todo. Wagner es poeta dramático.
Silencio.
Y nosotros dos aquí.


Tercera anotación (con el recogimiento y la flexibilidad del yoga)

Lo terrible es que se nos acabó la música de estos músicos como a las 6 y pico. Quiero decir, no un día cualquiera, yo un poco triste y viejo, miro hacia arriba y me la encuentro en el balcón de un edificio antiguo, mirando con actitud de pájaro no sé que nubes o qué briznas; por eso, yo prefiero seguir de largo, sin hacer caso de nada. Cuando llego a casa, anoto en mi diario de vida: hay en los versos de ese libro que presenté hace años atrás una entrega espiritual a lo desconocido que, de repente, plaf, se derrumba y apenas la naturaleza – un abejorro, una brisa, un helecho – es capaz de sostener nada. Gráficamente es que ella lanza una piedra al espacio, tan lejos, y llega de vuelta a su pobre cabecita, y la piedra se parte como un terrón seco dispersándose por la humedad de la tierra. O una tierra menguante. O un Error. O es Mentira. Entonces cerré mi diario de vida y me quedé pensando: realmente debiera haber dicho que todos esos versos giran, ruedan y yerran como lo sagrado y lo profano y lo profano y lo sagrado que tiene como objeto a alguien cuyo nombre no sé.
Son las 6 hrs.57 min, y este haberla visto en el balcón con actitud de pájaro o de Rapunsel o de Julieta, me ha evocado las partículas conectivas de todos los poemas del único libro de poemas que he presentado – y por lo visto – que presentaré yo en vida, que – al igual que ella- están puestas ahí no como una debilidad (pero tenía miedo, por ejemplo), sino con un queriendo desmesurado como un grito que ocupará todo el espacio o un puño que romperá todo el espacio o las dos cosas al mismo tiempo. Digamos que las intensidades (como ‘el celo de la muerte’) cumplen un gran despliegue. Todas estas intensidades (sentimiento de deuda, de rabia, etc) se disparan con una fuerza singular, no plural, de un solo golpe, no de a varios, de un solo golpe haría silencio. Así es como ha irrumpido la muerte en estos poemas.



Novena anotación (Una mayéutica rara)

Al ocaso, podemos pensar en una muerte participada. Es cuando estamos en la arena, alumbrada por los rayos superiores del sol. A cambio de él pronto estará la oscuridad. De ella, sabemos lo que nos representamos. Pero henos aquí ante un sol que detenemos antes de hundirse, porque no queremos una noche en la que, sabemos, vendrá tormenta y los astros titilaran sólo por auxilio. Estamos en la arena, y detenemos el sol, porque si no nos tendremos que ir nosotros con él. (Pocos o casi nadie se quedan solos a oscuras con tormentas en la arena.) Por eso la detención del sol son los poemas. En ellos sobrevivimos a una noche de oscuridad y tormenta en la arena. En ellos el ser querido que se va es retenido. En ellos la muerte también se hace metáfora. En ellos las palabras es acompañar a la muerte.
La muerte se ha ido.
Por los poemas ahora ella duerme en la arena con el sol dándole de modo suave en los ojos.
Es hora, entonces, de interpretar sus sueños.

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Año 2009, 40 páginas, Edición de 300 ejemplares, $ 4.000 pesos



1 comentario:

  1. “Otra vez el amor que deshace el cuerpo me atormenta,
    como una amarga y dulce fiera invencible”.
    -Safo-

    Juego a revolotear como los pájaros en las cabezas de los niños. Más que interpretar, dedico este haz de impresiones a Manuela, como si fuera recogiendo una a una las hebras que me guían por el laberinto y que hacen de la lectura un extravío.

    Los ecos de un grito despuntan en la noche. La última vela deja deslizar su tenue luz por los manos que a ella se aferran. La escritura invoca, es demoníaca. Los versos se mueven casi a tientas en la habitación desbordada por silencios. Nada está más lleno que cuando se hace presente la ausencia.

    La fiera invencible. El dolor es sólo un residuo de la inscripción a espaldas de las hojas. La tierra arada por la partida, agrietado el papel en blanco. Partida: escisión y exilio. Un brazo padece, el otro arremete. Invencibles, vulnerables y furiosas las letras que la pasión embadurna. El remedio amargo, el purgante es portal, apariencia y entrada, inicio. Su contratapa es la miel.

    Inicio de Partida. Entrada y salida. Un umbral.

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